martes, 23 de febrero de 2010

Pieza 10- Joaquín

Veintidós segundos después de las 21:00, se escucharon los tenues acordes de un acordeón que introducía al tema “Tiramisú de limón”. Impecable, con su largo saco y su sombrero bombín, la figura de Joaquín Sabina apareció en el escenario y despertó 20.000 aplausos. Esa noche, el 17 de febrero de 2010, el estadio de Newell’ s Old Boys, recibió el ecuménico saludo del cantautor español: “Bienvenidos leprosos y canallas… es un lujo volver a Rosario”.

En el aire, el viento soplaba tímido pero fuerte. En el cielo, la luna era una daga manchada de alquitrán. Y en el escenario, se ofreció un espectáculo tan austero como emotivo, salpicado con esa sencillez que tienen las cosas verdaderamente importantes.

Por eso, y evocando ese gran programa de televisión de Gonzalo Bonadeo llamado “Veinticinco” (con impecable producción, notables imágenes de archivo y gran capacidad de síntesis), elaboré una lista de las 25 frases que más me gustan de Sabina.

Seguramente, algún lector pensará que he cometido imperdonables omisiones. Puede ser. Este ranking, por supuesto, es totalmente subjetivo y arbitrario. Debajo de cada frase está el título de la canción y, luego del guión, el nombre del disco al que pertenecen.

Puesto 25:
“Nos robaron todo, pero no consiguieron robarnos la memoria”.
(Palabras como cuerpos- Inventario).

Puesto 24:
“Ten a bien recibir de mi parte un abrazo de amigo, cuando estalle la guerra estaré en la trinchera contigo”.
(Resumiendo- Alivio de luto).

Puesto 23:
“Todos los días tienen un minuto en que cierro los ojos y disfruto echándote de menos”.
(Incluso en estos tiempos- Esta boca es mía).

Puesto 22:
“No mires atrás que ya no estoy”.
(Tiramisú de limón- Vinagre y rosas).

Puesto 21:
“¿Quién dijo que hoy es múltiplo de antes?”
(Números rojos- Alivio de luto).

Puesto 20:
“Frente al cabo de poca esperanza arrié mi bandera, si me pierdo de vista esperadme en la lista de espera”.
(La canción más hermosa del mundo- Dímelo en la calle).

Puesto 19:
“Que el maquillaje no apague tu risa, que el equipaje no lastre tus alas, que el calendario no venga con prisas, que el diccionario detenga las balas”.
(Noche de bodas- 19 días y 500 noches).

Puesto 18:
“Corre, dijo la tortuga; atrévete, dijo el cobarde; estoy de vuelta, dijo un tipo que nunca fue a ninguna parte”.
(Corre, dijo la tortuga- Mentiras piadosas).

Puesto 17:
“Y una mañana comprendí que a veces gana el que pierde a una mujer”.
(Como un explorador- Esta boca es mía).

Puesto 16:
“Y cada vez mas tu y cada vez mas yo sin rastro de nosotros”.
(Amor se llama el juego- Física y química).

Puesto 15:
“Tu risa es una lágrima equivocada”.
(Besos con sal- Esta boca es mía).

Puesto 14:
“De ti no se acordaba el verbo amar”.
(El rocanrol de los idiotas- Yo, mi, me, contigo).

Puesto 13:
“Puedo ponerme digno y decir toma mi dirección cuando te hartes de amores baratos de un rato…
me llamas”.
(A la orilla de la chimenea- Física y química).

Puesto 12:
“Hay también quien se dedica a disparar, balas que me rozan pero no me dan”.
(Pasándolo bien- Malas companias).

Puesto 11:
“Estar contigo es estar solo dos veces, es la soledad al cuadrado”.
(Llueve sobre mojado- Enemigos íntimos).

Puesto 10:
“En Comala comprendí que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”.
(Peces de ciudad- Dímelo en la calle).

Puesto 9:
“No dejes que te impidan galopar ni los ladridos de lo perros, ni la quijada de Caín”.
(Esta boca es mía- Esta boca es mía).

Puesto 8:
“Tenemos naufragios soñados en playas de islotes sin nombre ni ley ni rutina, tenemos heridas, tenemos medallas, laureles de gloria, coronas de espinas”.
(Más de cien mentiras- Esta boca es mía).

Puesto 7:
“La vida no es un block cuadriculado sino una golondrina en movimiento”.
(Jugar por jugar- Yo, mi, me, contigo).

Puesto 6:
“Sólo puedo pedirte que me esperes al otro lado de la nube negra”.
(Nube negra- Alivio de luto).

Puesto 5:
“Tardé en aprender a olvidarla 19 días y 500 noches”.
(19 días y 500 noches- 19 días y 500 noches).

Puesto 4:
“Por eso sé que perderte no era quedarse sin nada, la muerte es sólo la suerte con una letra cambiada”.
(Embustera- Vinagre y rosas).

Puesto 3:
“Ahora es demasiado tarde, Princesa”.
(Princesa- Juez y parte).

Puesto 2:
“Y morirme contigo si te matas y matarme contigo si te mueres; porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren”.
(Contigo- Yo, mi, me, contigo).

Puesto 1:
“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”.
(Con la frente marchita- Mentiras piadosas).

martes, 9 de febrero de 2010

Pieza 9- Invicto

Tal vez haya sido el magnetismo por ver otro film de Clint Eastwood, un director exquisito y un gran contador de historias. Quizás haya sido la delicia por observar en la pantalla a un actor sólido y convincente como Morgan Freeman. O, quien sabe, a lo mejor fue la simple atracción que el nombre de Nelson Mandela genera. Lo cierto es que me deslicé, casi sin querer, hasta la sala donde se proyectaba “Invictus”.

La trama del film cuenta la forma en que Mandela, poco después de ser elegido primer presidente de Sudáfrica del período posapartheid y tras sufrir veintisiete años de encierro en la prisión de Robben Island, simpatizó con la selección sudafricana de rugby, los Springboks (históricamente adorados por la población blanca y odiados por la población negra). Estamos en 1995. Ese año, Sudáfrica fue la sede de la Copa Mundial de Rugby.

La película se centra en cómo Mandela usó el deporte para ayudar a curar las heridas infligidas por el apartheid y en la relación casi paternal con François Pienaar, capitán los Springboks y principal aliado en una gesta aparentemente imposible de lograr.

Apelando a la compasión y al perdón, Mandela intenta de fundir en una sola alma una nación racialmente dividida. Y como la mejor manera de predicar es el ejemplo, una de las primeras medidas que toma es conservar en los cargos de gobierno a los funcionarios blancos, quienes el día de la asunción del nuevo líder estaban preparando su mudanza. Incluso, y para desconcierto de los guardaespaldas negros de Mandela, los agentes encargados de su seguridad son blancos y deben trabajar en unidad con ellos.

“Una nación multirracial comienza por aquí. La reconciliación comienza desde aquí. Y el perdón comienza desde aquí”, le dice Mandela desde el despacho presidencial a su desconcertado jefe de seguridad. Y luego continúa: “El perdón libera el alma y elimina el miedo. Por eso es un arma tan poderosa”.

A mi gusto, una de las imágenes más impactantes de la película es la que muestra a Pienaar y sus compañeros de equipo visitando la isla donde Mandela permaneció encarcelado. Es que fue allí donde su reputación creció y llegó a ser conocido como el dirigente negro más importante en Sudáfrica. Fue allí donde él se formó como líder y donde aprendió a perdonar y a comprender. Fue allí donde entendió que la paz social y la unidad del país eran las únicas bases para la prosperidad de la nación. Y fue allí donde los jugadores de rugby pudieron percibir los objetivos del nuevo presidente.

Durante esos años de libertad ausente, las palabras el poema “Invictus” (de William Ernest Henley) acompañaron espiritualmente a Mandela:

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el horror de la sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
o cuán cargada que esté de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.

viernes, 29 de enero de 2010

Pieza 8- Hacedor

Había una vez, un reino muy lejano que, a falta de rey, era gobernado por dos príncipes.

Uno de ellos era más bien regordete, pero por tener su cabello cortado a los hachazos no podía usar la corona. Cuando hablaba, sus palabras parecían estar cargadas de rosas, pero en realidad, de su boca sólo salían espinas.

El otro príncipe era más bien esbelto, pero por tener sus cabellos llenos de rizos, tampoco podía usar la corona.

Completaba el trío gobernante un conde muy alto, valiente en apariencia pero cobarde en realidad. Quienes lo conocían manifestaban que ya no tenía remedio. Es que los condes, algo siempre esconden.

No obstante, el reino no padecía una lobreguez alarmante ni atravesaba noches gélidas. El hacedor de estos logros, era un pequeño bufón, que alegraba con sus cuentos a grandes y niños.

Pero un día, hartos de soportar las risas, los dos príncipes y el conde decidieron expulsar al diminuto payaso de sus dominios, desterrándolo a un supuesto olvido. El pueblo levantó sus voces de protesta. Voces que nunca fueron oídas. Suele ser un defecto de los poderosos no prestar atención a los clamores que emergen desde los abismos sociales.

Y ahora, en los grandes y multitudinarios eventos internacionales del reino, los niños ya no ríen. Sólo ríen, con la risa hueca de los mediocres, esos líderes que se creen sabios en sus propias y miopes opiniones.

Muy triste, y sintiendo sobre sus hombros la pesada mochila de la discriminación, el bufón encaminó sus pasos por un serpenteante sendero que conducía hacia el bosque.

El crujido de las hojas secas ante cada paso que daba, no le impidió escuchar las palabras de un anciano sabio, quien bondadosamente le aconsejó:

“Hay personas que dicen y hay personas que hacen. Es mejor estar en el segundo grupo. No sólo porque es más productivo, sino porque en el primero ya hay mucha gente. Así que no te preocupes por las decisiones injustas que los demás realizan y que te afectan: los talentosos como tú siempre serán talentosos”.

El bufón levantó la cabeza y dibujó en su cara una sonrisa plateada.

El viejito continuó:
“Procura ser siempre un hacedor de las risas, un reparador de sueños, un bufón de tristezas (de las propias y de las ajenas). Y recuerda: No todo lo que sube vale. En el mar, el corcho flota y la perla yace en el fondo”.

El bufón se acomodó el gorro y dibujó en su cara una sonrisa dorada.

domingo, 17 de enero de 2010

Pieza 7- Génesis

Tengo dos noticias para darles. Una buena y una mala.
La buena es que todos somos expertos en un arte.
La mala es que somos expertos en el arte de postergar.
Nos falta iniciativa y, porque no, continuativa...
Nos falta génesis, o sea origen, nacimiento, acción, creación…

A veces pensamos que para subir una montaña debemos ser expertos en montañismo, tener un equipo de miles de dólares y entrenar seis meses.

Después, nos damos cuenta de que más allá de eso, para llegar la cumbre sólo necesitamos poner un pie adelante del otro y avanzar.

Estamos en el primer mes de un nuevo año. ¿No es este el momento ideal para iniciar proyectos y poner en marcha esas ideas que duermen, cómodamente, en el papel? Porque como sabemos, lo más probable es que “algún día” sea “ningún día”.

Qué tal si generamos pequeñas gestas.
Qué tal si intentamos ser gentiles más allá de los gentilicios.
Qué tal si descubrimos en cada persona una gema.
Qué tal si gestionamos generosidad en vez de gemidos.
Qué tal si aprendemos a dibujar la geometría de un buen gesto.
Qué tal si procuramos germinar geranios.
Que tal si desafiamos nuestros genes y rompemos con el “esto siempre se hizo así”.
Qué tal si nos atrevemos a ser geólogos de nuestros tiempos pretéritos para no repetir genocidios.
Que tal si nos diéramos cuenta de que no tenemos que ser genios para atrevernos a empezar.

Aunque todos somos genios.
Ya lo dijo Roberto Arlt: “Yo también soy un genio. Pero cinco minutos y una sola vez al día”.

viernes, 8 de enero de 2010

Pieza 6- Feliz 10

Cuando tenía 8 años mis habilidades de comerciante (heredadas quizás de lejanos parientes árabes) estaban en lo más alto. No sólo les vendía a mis vecinitos unos jugos congelados (de elaboración propia), sino también unos cartones (de artesanal confección) que eran las supuestas entradas para un acto de humor que hacía en el garaje.

Pero además, hacía tratos con mis padres. Mi mamá me compraría diez paquetes de figuritas por cada 10 que me sacara en la escuela. Aunque ustedes no lo crean, hubo una época (maravillosa, por cierto) en que los niños sonreíamos abriendo sobrecitos con estampas y pegándolas en un álbum. Y la felicidad completa aparecía cuando llenábamos ese álbum.

Con el tiempo mis dones comerciales se extinguieron totalmente, pero aún conservo con cariño mis viejos álbumes de llenos de figuritas. Ellos me recuerdan que aún vale la pena luchar por un 10 y que la felicidad de completar un álbum no tiene precio.

El número 10 tiene ese halo de perfección y excelencia. No hay nada mejor en el fútbol que llevar la camiseta número 10, no hay nota más destacada que el 10, ni nada mejor que pasarla “10 puntos”.

Un relato bíblico del Antiguo Testamento cuenta como el profeta judío Daniel fue llevado cautivo junto con sus tres amigos por Nabucodonosor, rey de Babilonia. Según la costumbre de la época, los reyes conquistadores elegían a los mejores hombres cautivados para educarlos en sus leyes, idiomas y costumbres.

Luego de tres años de entrenamiento, se realizó una evaluación. Y este fue el resultado para Daniel y sus amigos: “En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey los consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en el reino” (Libro de Daniel, capítulo 1, versículo 20).

Podríamos imitar a Daniel y sus compañeros, y ser diez veces mejores docentes, líderes, padres e hijos. Diez veces mejores estudiantes, profesionales, empleados y ciudadanos.

¿Qué pasaría si en el 2010 nos propusiéramos buscar el diez en todas las áreas de nuestras vidas? Es decir, si eligiéramos destacarnos de la mediocridad ordinaria que nos rodea para ser extraordinarios. Si decidiéramos diferenciarnos y ser diáfanos. No sólo una vez, sino diariamente.

¿Qué pasaría si desecháramos las dinamitas y lucháramos por las diademas? Es decir, si dejásemos de ser discontinuos, díscolos y disconformes. Si nos acercáramos en vez de ser distantes.

¿Qué pasaría si, alejados de las dimisiones nos aferráramos a las diligencias? Y si estuviésemos dispuestos a ser afinados por el diapasón de la distinción, la disciplina y la diplomacia.

Tal vez, nuestra vida sería verdaderamente de 10.

Por eso, en este 2010 les deseo dos mil dieces. O sea, que tengan no uno, ni dos, ni tres, sino dos mil. En los 365 días que tiene el año, son algo más que 5 dieces por día. O sea, 50 paquetes de figuritas por jornada.

A este ritmo, creo que nuestro álbum estará completo.
Y entonces, tendremos un año feliz.