Tal vez haya sido el magnetismo por ver otro film de Clint Eastwood, un director exquisito y un gran contador de historias. Quizás haya sido la delicia por observar en la pantalla a un actor sólido y convincente como Morgan Freeman. O, quien sabe, a lo mejor fue la simple atracción que el nombre de Nelson Mandela genera. Lo cierto es que me deslicé, casi sin querer, hasta la sala donde se proyectaba “Invictus”.

La película se centra en cómo Mandela usó el deporte para ayudar a curar las heridas infligidas por el apartheid y en la relación casi paternal con François Pienaar, capitán los Springboks y principal aliado en una gesta aparentemente imposible de lograr.
Apelando a la compasión y al perdón, Mandela intenta de fundir en una sola alma una nación racialmente dividida. Y como la mejor manera de predicar es el ejemplo, una de las primeras medidas que toma es conservar en los cargos de gobierno a los funcionarios blancos, quienes el día de la asunción del nuevo líder estaban preparando su mudanza. Incluso, y para desconcierto de los guardaespaldas negros de Mandela, los agentes encargados de su seguridad son blancos y deben trabajar en unidad con ellos.
“Una nación multirracial comienza por aquí. La reconciliación comienza desde aquí. Y el perdón comienza desde aquí”, le dice Mandela desde el despacho presidencial a su desconcertado jefe de seguridad. Y luego continúa: “El perdón libera el alma y elimina el miedo. Por eso es un arma tan poderosa”.

Durante esos años de libertad ausente, las palabras el poema “Invictus” (de William Ernest Henley) acompañaron espiritualmente a Mandela:
Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el horror de la sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
o cuán cargada que esté de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.
La primera imagen es una foto real que muestra a Mandela premiando con la copa a Pienaar. La segunda foto es una imagen del film y muestra a Morgan Freeman y Matt Damon.
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