miércoles, 30 de diciembre de 2009

Pieza 5- Espejos

Cuenta una leyenda que un pequeño perro caminaba por un bosque desolado. Después de varias horas de recorrido, entró a una casa abandonada. Dentro de la misma, el animal, invadido por el miedo, comenzó a ladrar ferozmente. Y de pronto, aparecieron cientos de perros que respondían con más agresividad a sus ladridos.

Horas más tarde, otro perrito se acercó a la casa. Pero al entrar, el amistoso can comenzó a mover su cola. Y de pronto, aparecieron cientos de perros que respondían con el mismo gesto de camaradería.

Ninguno de los dos perros había leído el cartel que se ubicaba en el frente de la vivienda: “Bienvenidos a la casa de los mil espejos”.

Los espejos son objetos que reflejan la imagen de algo o alguien. Los espejos no mienten. Cada uno recibe lo que da.

En la historia, los espejos están ligados a esa casi perpetua encantación que los seres humanos tenemos con nuestra propia imagen. Las palabras “reflexionar” y “especular” se originan en los espejos. Para Santo Tomás, la especulación (la acción de ver algo usando un espejo) conducía a la meditación ya que, al ver la similitud reflejada, se observaba la causa en su efecto.

Tal vez sea sano, en las vísperas de un nuevo año, mirarnos al espero para ver qué estamos dando.

San Pablo escribió en un libro del Nuevo Testamento: “Todo lo que el hombre sembrare, eso también cosechará” (Gálatas 6:7).

Creo que en la vida no hay premios ni castigos; simplemente hay cosechas.
Es decir, consecuencias tristes o resultados felices, dependiendo de lo que hayamos sembrado.
Lo importante es ir sembrando. Lo importante es qué sembramos.

2010 es un campo fértil que está esperando nuestras buenas semillas.
Sembremos. Porque en algún día y en algún lugar, la cosecha nos beneficiará.

Y mientras sembramos, escuchemos la poesía cantada de Jorge Drexler.


lunes, 21 de diciembre de 2009

Pieza 4- Déficit

El padre de George, el neurótico personaje de la serie norteamericana Seinfeld (la mejor sitcom de la historia en mi subjetiva calificación), inventó su propia fiesta para navidad: Festivus.

Lejos de las tan típicas tradiciones americanas, Festivus se celebraba el 23 de diciembre. La decoración de Festivus contaba sólo con un caño de aluminio pelado y en la cena había que recordar todas las cosas malas ocurridas en el año. George, que celebro Festivus desde su niñez, quizá fue “afectado” por este particular modo de festejar la navidad.

Festivus no es sólo un invento insano. Forma parte del imaginario colectivo humano. Los antropólogos sostienen que el homo sapiens necesita sus leyendas, sus fiestas y sus tradiciones. No hubo pueblo, nación o imperio que no las tuviera.

El fenómeno de Navidad no es ajeno a todo esto. La historia muestra que la navidad es una celebración netamente pagana revestida de cristianismo sólo por la figura de Jesús. Las naciones politeístas de la antigüedad tenían días especiales para conmemorar el nacimiento de sus dioses (como Horus en Egipto, Mitra en Persia y Dionisio en Grecia). Y esos alumbramientos por lo general ocurrían en el mes décimo del calendario romano (de allí proviene el nombre para el mes de diciembre). Los árabes festejaban el nacimiento de la luna en el mes de Tebet (décimo en el almanaque caldeo). Los romanos promovían el culto a Saturno, llamado Saturnalia.

Este culto se llevaba a cabo entre el 17 y el 25 de diciembre. Uno de los cultos más populares consistía en adorar a Mitra, una deidad solar persa que contaba con muchos adeptos entre los soldados. El mitraísmo ganó innumerables fieles en ese tiempo, entre ellos el emperador Cómodo. Los templos y tradiciones de esta religión que exaltaba al sol se multiplicaron por doquier. En el siglo IV, el emperador Constantino y su madre se convirtieron al cristianismo. Ellos eran fervientes adoradores del sol; un culto que obviamente continuaron practicando más allá de la aceptación de sus nuevas creencias.

En un mundo más mitraísta que cristiano, se buscó una solución en la religión, en aras de la unificación del Imperio. Cristianismo y paganismo debían ser una sola cosa. Políticos y religiosos habilísimos fueron conformando la fusión. Todo fue muy ecléctico.

El 21 de diciembre (día más corto del año en el hemisferio norte) el dios Mitra moría y comenzaba al atardecer su transito hacia el sol. Luego, el 25, Mitra renacía (victorioso) como el sol invencible. Ese día se conmemoraba una gran fiesta llamada natalis solis invicti (nacimiento del sol victorioso).

Más allá de la creencia religiosa que tenga o no cada uno de ustedes, este tipo de celebraciones puede ser útil para relacionarse o volver a unir lazos con amigos y familiares, ir a comer con ellos, o saludar a personas que hace tiempo que no vemos. Pero no seamos presa de la falsa adulación ni caigamos en el error de “juntarnos” para navidad y olvidarnos de ellos en el resto del año. Creo que, amparados bajo la “amistosidad” navideña, hay una suerte de hipocresía encubierta en muchos de nosotros.

Lanzo mis preguntas al aire, a riesgo de que nadie se atreva a contestarlas: ¿No deberíamos llevarnos bien con quienes nos rodean los 12 meses del año? ¿No sería sano para todos apartarnos un poco de tanta frivolidad, despilfarro, glotonería y ostentación? ¿Necesitamos esperar hasta el 25 de diciembre para ofrecer nuestra pequeña mano solidaria y dar sonrisas, gratitudes y regalos? ¿No será hora de pagar diariamente una cuota para paliar el enorme déficit social y humanitario que nos embarga?

En estos días cuando la gente se atiborra de comida y de bebida, cuando gasta a cuenta lo que no tiene, cuando se piensa inteligente por tirar las más ruidosas bombas, que no sólo atentan contra animales y ancianos, sino también contra el buen gusto; tal vez sea tiempo de posar nuestra mirada sobre las deudas morales que ignoramos o aspiramos tristemente a desconocer.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Pieza 3- Cambios

Una de las mejores relaciones de la vida de Deborah Snoonian terminó el 8 de diciembre de 2001. El hecho de que fuera el día de su cumpleaños no conmovió al que le destrozó el corazón. El objeto de su amor permaneció en silencio, sin decir ni pío cuando Snoonian se marchó. “Al día siguiente casi lloré cuando me di cuenta de lo que había perdido”, dijo Snoonian, editora de una revista. “Sabía que nunca encontraría otro igual”.

Su amor perdido era un teléfono celular Touchfone de dos bandas, circa 1999, con micrófono móvil y fax, que sin darse cuenta había dejado en un taxi. El modelo había sido discontinuado. “Me encantaba todo de él”, dijo Snoonian (Allen Slakin, “Esa manía de innovar”, en La Nación Revista, domingo 19 de agosto de 2007, pág. 36).

Lo que le sucedió a esta mujer es lo que les pasa a muchos consumidores. No es que se quejan por nostalgia. Sufren por que las empresas, aturdidas por las estrategias de marketing, innovan todo el tiempo sus mercaderías. “Pero la verdad es que muchos lamentan el incesante flujo de innovaciones que impulsa a los fabricantes a alterar productos que los consumidores ya consideraban perfectos”.

Por este motivo, las personas extrañan impresoras, modelos de autos y, por sobre todo, zapatillas. “Muchos corredores han tenido la experiencia de ir a una tienda de deportes para reemplazar sus gastadas zapatillas sólo para encontrarse con que sus modelos favoritos han sido mejorados hasta volverse desconocidos… Hay necesidad de cambiar constantemente y que los consumidores sientan que las cosas mejoran, y que los tiempos cambian, aunque no sea cierto”.

A veces, cambiar no siempre es la mejor opción. A veces queremos que todo cambie, para que nada cambie.

La raíz original del verbo castellano “cambiar” es la voz eslava skamb, que significa “doblar” o “girar”. Con el mismo espíritu se define al verbo “cambiar” en el diccionario de la Real Academia Española: “Dejar una cosa o situación para tomar otra” y “convertir o mudar algo en otra cosa, frecuentemente contraria”. Entonces, cambiar implica tomar un nuevo rumbo en vez de seguir el rumbo fijado anteriormente.

Los resultados de estos cambios brotan a raudales en la posmoderna sociedad actual. La banalización de los principios, la ligereza y la inestabilidad en las relaciones afectivas, la frivolidad en desmedro de lo sustancial y el reinante neopaganismo de la sensualidad, no son más que las consecuencias de estos cambios.

Tal vez no debemos cambiar. Tal vez debemos pulirnos para ser mejores ciudadanos, mejores estudiantes, mejores líderes, mejores empleados, mejores docentes, mejores padres, mejores hijos.

En este estresado diciembre, debemos frenar la marcha para evaluar qué cambios son necesarios y cuáles no. Cambiar por cambiar no es de sabios.

Tal vez no debemos esperar que las circunstancias cambien o que los demás cambien. Tal vez debemos hacer una exploración en nosotros mismos para ver qué aspectos no están funcionando.

Dijo Gandhi: “Se tú el cambio que quieres ver en el mundo”.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Pieza 2- Belleza

En el ya célebre prólogo de Los lanzallamas (un texto que tal vez es más conocido que el mismo libro), Roberto Arlt escribió:

“Me atrae ardientemente la belleza. ¡Cuántas veces he deseado trabajar una novela, que como las de Flaubert, se compusiera de panorámicos lienzos…! Mas hoy, entre los ruidos de un edificio social que se desmorona inevitablemente, no es posible pensar en bordados. El estilo requiere tiempo, y si yo escuchara los consejos de mis camaradas, me ocurriría lo que les sucede a algunos de ellos: escribiría un libro cada diez años, para tomarme después unas vacaciones de diez años por haber tardado diez años en escribir cien razonables páginas discretas”.

En este blog hecho a retazos, legítimamente acusado de “un robo de lenguaje” como diría Barthes, encontramos belleza en la palabra.

Por que una palabra vale más que mil imágenes. Vean sino:

Las letras y las palabras pueden ser únicas: ADN.
Pueden ser sobrias: AA.
Pueden contener un contenido mayor: ETC.
Pueden ser un parámetro: IQ.
Pueden tener mucho peso: KG.
Pueden ser alucinantes: LSD.
Pueden ser implacables: RIP.
Pueden ser de gran ayuda: SOS.
Pueden ser explosivas: TNT.
Pueden causar delirio de grandeza: XL.
Y siempre tienen algo más que decirnos: PD.

Leer es crecer.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Pieza 1- Abrazos

El film Identidad sustituta (Surrogates) nos presenta un futuro en el que la raza humana prefiere vivir a través de máquinas, con las que pueden interactuar sin riesgo alguno, y tener el aspecto físico que siempre anheló.

En ese tiempo no tan lejano (las ciudades siguen siendo bastante reconocibles), los seres humanos han decidido vivir a través de sus sustitutos, unos robots tan bellos como perfectos.

Así, más del 99 por ciento de la "gente" que transita por la calle no son personas, sino creaciones de una corporación tecnológica que ha alcanzado un poder económico-político casi incontenible.

En medio de una profunda crisis personal y familiar por la muerte de su hijo, el agente del FBI Tom Greer (Bruce Willis) decide abandonar la comodidad de utilizar su sustituto y salir "en persona" a las calles atestadas de robots. Ese re-encuentro con el mundo "real" le generará un cimbronazo emocional.

La relación entre la realidad y sus representaciones cobra múltiples dimensiones con la aparición de las nuevas tecnologías. ¿Qué sustitutos habrá para la palabra? ¿Se decretará definitivamente la muerte de la Galaxia Gutenberg?

Para Paul Virilio sostiene que el saber humano se fundó con el libro y no con la pantalla; con la reflexión, no con el reflejo. Declara que las pantallas se oponen a la memoria y a la persistencia.

En la costa de enfrente, Umberto Eco afirma que la escritura, por más que no se lleve a cabo sobre el soporte del papel, ha vencido sobre la pantalla, ya que éstas están inundadas de palabras y de letras.

Las palabras son invencibles por que conllevan en sí mismas un germen totalmente revolucionario. Con la escritura y la imprenta -ese recurso repetido, repetidor, repetidor al decir de McLuhan- el carácter revulsivo de la palabra se potenció. “Ahora los hombres podían leer en la intimidad, aislados de los otros... podían ahora inspirar y conspirar”, escribe el sociólogo canadiense.

En esta caótica sociedad de consumo, obsesionada por el mero lucimiento corporal y sometida al abuso de las nuevas tecnologías, promovemos desde aquí la perfección de la palabra.

Las artificiales vidas cómodas confrontan ante la incomodidad real de las palabras. Porque las palabras interpelan, indagan y cuestionan. Porque las palabras forman, informan y transforman.

En la vida sin vida que propone la película antes citada, el personaje de Willis le reclama a su esposa un abrazo de verdad.

Espero que las palabras de este blog sean palabras que te abracen a la vida y te abrasen con la vida, para que tu existencia sea más cálida entre los gélidos desencantos cotidianos.

Por eso, queremos darle desde aquí un abrazo a la palabra.
Recordando siempre a Eduardo Galeano, y su pequeña muerte:
“No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele.
Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace”.

Recepción

Este es un blog que busca iluminar con claridad meridiana la importancia de la palabra.

Este es un blog para los que preferimos la palabra antes que las seductoras pseudos realidades que la sociedad posmoderna nos ofrece.

Este es un blog para los que preferimos el aura al euro,  las nueces al ruido, el perro al collar y una mariposa al Rockfeller Center.

A buenas palabras, pocos entendedores.

El futuro es nuestro por prepotencia de palabras.