viernes, 8 de enero de 2010

Pieza 6- Feliz 10

Cuando tenía 8 años mis habilidades de comerciante (heredadas quizás de lejanos parientes árabes) estaban en lo más alto. No sólo les vendía a mis vecinitos unos jugos congelados (de elaboración propia), sino también unos cartones (de artesanal confección) que eran las supuestas entradas para un acto de humor que hacía en el garaje.

Pero además, hacía tratos con mis padres. Mi mamá me compraría diez paquetes de figuritas por cada 10 que me sacara en la escuela. Aunque ustedes no lo crean, hubo una época (maravillosa, por cierto) en que los niños sonreíamos abriendo sobrecitos con estampas y pegándolas en un álbum. Y la felicidad completa aparecía cuando llenábamos ese álbum.

Con el tiempo mis dones comerciales se extinguieron totalmente, pero aún conservo con cariño mis viejos álbumes de llenos de figuritas. Ellos me recuerdan que aún vale la pena luchar por un 10 y que la felicidad de completar un álbum no tiene precio.

El número 10 tiene ese halo de perfección y excelencia. No hay nada mejor en el fútbol que llevar la camiseta número 10, no hay nota más destacada que el 10, ni nada mejor que pasarla “10 puntos”.

Un relato bíblico del Antiguo Testamento cuenta como el profeta judío Daniel fue llevado cautivo junto con sus tres amigos por Nabucodonosor, rey de Babilonia. Según la costumbre de la época, los reyes conquistadores elegían a los mejores hombres cautivados para educarlos en sus leyes, idiomas y costumbres.

Luego de tres años de entrenamiento, se realizó una evaluación. Y este fue el resultado para Daniel y sus amigos: “En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey los consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en el reino” (Libro de Daniel, capítulo 1, versículo 20).

Podríamos imitar a Daniel y sus compañeros, y ser diez veces mejores docentes, líderes, padres e hijos. Diez veces mejores estudiantes, profesionales, empleados y ciudadanos.

¿Qué pasaría si en el 2010 nos propusiéramos buscar el diez en todas las áreas de nuestras vidas? Es decir, si eligiéramos destacarnos de la mediocridad ordinaria que nos rodea para ser extraordinarios. Si decidiéramos diferenciarnos y ser diáfanos. No sólo una vez, sino diariamente.

¿Qué pasaría si desecháramos las dinamitas y lucháramos por las diademas? Es decir, si dejásemos de ser discontinuos, díscolos y disconformes. Si nos acercáramos en vez de ser distantes.

¿Qué pasaría si, alejados de las dimisiones nos aferráramos a las diligencias? Y si estuviésemos dispuestos a ser afinados por el diapasón de la distinción, la disciplina y la diplomacia.

Tal vez, nuestra vida sería verdaderamente de 10.

Por eso, en este 2010 les deseo dos mil dieces. O sea, que tengan no uno, ni dos, ni tres, sino dos mil. En los 365 días que tiene el año, son algo más que 5 dieces por día. O sea, 50 paquetes de figuritas por jornada.

A este ritmo, creo que nuestro álbum estará completo.
Y entonces, tendremos un año feliz.

5 comentarios:

  1. Gracias...!!! Me alegro que lo hayan disfrutado.

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  2. jaaa! Buenísimo, Pablo! Un post de diez, realmente! Cariños.

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  3. Gracias Vero.... es que estoy aprendiendo de tus post, que son verdaderamente de 10...!!! buen lunes (un poco caluroso para mi gusto por aca jejeje pero bueno...)

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