Su amor perdido era un teléfono celular Touchfone de dos bandas, circa 1999, con micrófono móvil y fax, que sin darse cuenta había dejado en un taxi. El modelo había sido discontinuado. “Me encantaba todo de él”, dijo Snoonian (Allen Slakin, “Esa manía de innovar”, en La Nación Revista, domingo 19 de agosto de 2007, pág. 36).
Por este motivo, las personas extrañan impresoras, modelos de autos y, por sobre todo, zapatillas. “Muchos corredores han tenido la experiencia de ir a una tienda de deportes para reemplazar sus gastadas zapatillas sólo para encontrarse con que sus modelos favoritos han sido mejorados hasta volverse desconocidos… Hay necesidad de cambiar constantemente y que los consumidores sientan que las cosas mejoran, y que los tiempos cambian, aunque no sea cierto”.
A veces, cambiar no siempre es la mejor opción. A veces queremos que todo cambie, para que nada cambie.
La raíz original del verbo castellano “cambiar” es la voz eslava skamb, que significa “doblar” o “girar”. Con el mismo espíritu se define al verbo “cambiar” en el diccionario de la Real Academia Española: “Dejar una cosa o situación para tomar otra” y “convertir o mudar algo en otra cosa, frecuentemente contraria”. Entonces, cambiar implica tomar un nuevo rumbo en vez de seguir el rumbo fijado anteriormente.
Los resultados de estos cambios brotan a raudales en la posmoderna sociedad actual. La banalización de los principios, la ligereza y la inestabilidad en las relaciones afectivas, la frivolidad en desmedro de lo sustancial y el reinante neopaganismo de la sensualidad, no son más que las consecuencias de estos cambios.
Tal vez no debemos cambiar. Tal vez debemos pulirnos para ser mejores ciudadanos, mejores estudiantes, mejores líderes, mejores empleados, mejores docentes, mejores padres, mejores hijos.
En este estresado diciembre, debemos frenar la marcha para evaluar qué cambios son necesarios y cuáles no. Cambiar por cambiar no es de sabios.
Tal vez no debemos esperar que las circunstancias cambien o que los demás cambien. Tal vez debemos hacer una exploración en nosotros mismos para ver qué aspectos no están funcionando.
Dijo Gandhi: “Se tú el cambio que quieres ver en el mundo”.
Los cambios tecnológicos van demasiado rápido para mí. Y los otros cambios, los que quiero de veras, como son más profundos, van demasiado lentos... ja! Pero bueno, también es cierto que la ansiedad a la que nos tienen acostumbrados, justamente, estos cambios "en el afuera", la replicamos en el "adentro" y todo se desmadra más de lo que ya estaba. Así que habrá que aprender a aceptar que el ciclo de vida de un celular será de 6 meses, pero los bebés siguen necesitando 9 para gestarse. Todo lo importante -y orgánico- tiene tiempos que hay que respetar, y no se pueden modificar con tecnología de punta.
ResponderEliminarLindo post, eh?
Gracias por tu reflexión Vero...No había pensado en los distintos niveles de cambios (tecnológicos y humanos). Yo creo que vamos demasiado rápido y tristemente hacia ningún lado... o sea no es que sea pesismista, pero no me agrada esta rapidez y estos cambios tan constantes... y lo que más me molesta (primero de mí) es que me/nos quejo/jamos de todo pero no hacemos nada para mejorar. Abrazo Vero!
ResponderEliminarHoy no me voy a poner a pensar en qué cosa inteligente decir en el comentario.... sólo para cambiar un poco.
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